La quimioterapia, la radioterapia y, en algunos casos, la cirugía son las estrategias más eficaces de las que disponemos actualmente para tratar el cáncer. Sin embargo, cuando se produce metástasis, su trabajo se hace mucho más complicado. Por eso, los científicos llevan mucho tiempo en busca de un fármaco contra el cáncer capaz de evitar que se produzca esta diseminación de las células tumorales por el cuerpo.
Ha habido avances al respecto; pero, desgraciadamente, aún queda mucho para que llegue hasta los humanos uno realmente eficaz. Es necesario ir paso a paso y celebrar las pequeñas victorias en ratones; que, aun estando todavía alejadas de los humanos, suponen un soplo de esperanza en la investigación contra el cáncer.
Es el caso del fármaco que acaba de presentar en un estudio de Nature Cancer un equipo de científicos de la Universidad de Princeton. Lo han probado solo en roedores y tejidos humanos cultivados en laboratorio. Sin embargo, los resultados han sido tan esperanzadores que esperan poder empezar ensayos clínicos con personas en un periodo de dos o tres años. Mucho más tarde de lo que nos gustaría, sí, pero al menos es un paso hacia delante en el pedregoso camino hacia la obtención de un fármaco contra el cáncer.
Una larga investigación
Este último estudio es el resultado de más de quince años de investigación, que empezaron con el hallazgo de un gen clave en el desarrollo de metástasis.
Se trata del gen de la metadherina, o MTDH. Este gen, descubierto en 2004, codifica una proteína relacionada con el cáncer de mama metastásico. Es decir, tiene las instrucciones para que se sintetice esta proteína.
Inicialmente esto era lo único que se sabía. Sin embargo, con los años, poco a poco se han ido encontrando nuevas piezas del rompecabezas que podría llevar hasta el desarrollo de un fármaco contra el cáncer con metástasis.
La primera se encontró en 2009, cuando un biólogo llamado Yibin Kang, descubrió que en alrededor de un tercio de los tumores de mama se producía la amplificación de este gen. Es decir, se generaban muchas copias. ¿Eso qué significa? Que las células disponían de más instrucciones para fabricar esa proteína implicada en la metástasis, de modo que aumentaban dramáticamente sus niveles. El resultado era más metástasis, pero también un aumento de la resistencia a la quimioterapia. Estaba claro que ahí había una diana a la que dirigir un potencial fármaco contra el cáncer. Pero había que buscar cómo hacerlo.
Parecía que había que evitar que MTDH llevase a cabo su cometido. El problema es que a menudo un gen no tiene una sola función. Podría ser que también estuviese implicado en alguna característica necesaria para el desarrollo saludable de un organismo. De ser así, no se podría mandar un batallón contra él sin más.
Para saberlo, modificaron genéticamente ratones para que no tuvieran este gen. Y, curiosamente, su desarrollo fue totalmente normal. Crecieron sin problemas de salud y, cuando alguno desarrolló cáncer, aparecieron muchos menos tumores y ninguno de ellos desarrolló metástasis. Esto era aplicable al cáncer de mama, como ya se había previsto, pero también al de próstata, el de pulmón, el de hígado y el colorrectal, entre otros. Ya tenían un objetivo. Podían pasar al siguiente paso. ¿Cómo podrían atacarlo?
Más cerca del fármaco contra el cáncer con metástasis
A veces, los efectos perniciosos de una proteína se desencadenan tras su interacción con otras proteínas. Por eso, estos científicos analizaron la estructura cristalina de la proteína que codifica MTDH. Esto sirve para ver cuál es su forma y visualizarla como una pieza de puzle, de modo que sea más fácil buscar otra proteína que encaje con ella.
Vieron que tenía unas estructuras en forma de dedos, que encajaban a la perfección en los orificios presentes en la superficie de otra proteína, llamada SND1. Ya tenían las dos piezas que encajaban entre sí. Ahora, solo necesitaban buscar una pieza alternativa que encajara en SND1, impidiendo que MTDH pudiera hacerlo. Así, no podría llevar a cabo su función. Ese sería el fármaco contra el cáncer que estaban buscando.
Según explican en New Atlas, pasaron dos años probando diferentes moléculas, hasta que finalmente dieron con una que encajaba a la perfección con SND1. Lo probaron en ratones y observaron que los resultados eran comparables a los del estudio en el que se desarrollaron ratones sin MTDH: menos tumores e inhibición de la metástasis.
Una señal de alarma
En este estudio, el equipo, dirigido de nuevo por Yibin Kang, ha demostrado también cuáles son las funciones de MTDH al interaccionar con SDN1. Por un lado, ayuda a las células tumorales a soportar los efectos de la quimioterapia. Por otro, elimina la señal de alarma que emiten los órganos afectados para que el sistema inmunitario ataque al tumor.
Así, lo que hace este fármaco contra el cáncer es reactivar la alarma, para que sea nuestro propio sistema de defensa el que se dirija contra las células tumorales.
De momento, los resultados en ratones han sido muy positivos. Pero, como es lógico, no podemos lanzar las campanas al vuelo hasta ver si son extrapolables a humanos. Y eso es algo que, desgraciadamente, no veremos hasta dentro de dos unos si todo va según lo previsto. Desgraciadamente este es un proceso lento, pero es así como funciona la verdadera lucha contra el cáncer.
Y es que solo lo que ocurre en los laboratorios puede considerarse como una batalla contra la enfermedad. Las personas que la sufren no son luchadores. No ganan si se curan ni pierden si se mueren. Tampoco es un pulso ni una pelea. No lo están haciendo peor si están tristes o si no afrontan la enfermedad con suficiente positividad, porque no tienen la culpa de nada. Si queremos hablar realmente de una lucha contra el cáncer, deberíamos preocuparnos de que los científicos que lo investigan tengan suficiente financiación para hacerlo. Porque, si algún día ganamos esta guerra, serán ellos los que lo hayan conseguido.
Fuente: Hipertextual.