En Honduras, como en la mayor parte de América Latina, se votó en contra del continuismo y del hartazgo popular, pero también en rechazo a los que en el pasado se han beneficiado de la corrupción en ese país.

La pandemia producto del covid-19, ha puesto en crisis al mundo y, por supuesto, América Latina no ha sido la excepción, y si a ello le sumamos los acontecimientos económicos y políticos actuales, podríamos decir que vivimos en total y absoluta incertidumbre y rodeados de retos y desafíos por vencer en los países donde la pobreza y los problemas sociales son el pan de cada día.

Tal es el caso de Centroamérica, región que a pesar de que por décadas ha sido parte del fenómeno de migrantes hacia Estados Unidos con el objetivo de buscar una vida mejor, actualmente presenta señales de pobreza y crisis sociales inminentes. Hablando en específico del caso hondureño, es de todos sabido que su economía es de las más endebles, no sólo en Centroamérica, sino en toda la América Latina. Las remesas sostienen, en buena medida, a su precaria economía, ya que dicho país, aporta la gran mayoría de migrantes que atraviesan México para llegar a la frontera con Estados Unidos con el objetivo de vivir “el sueño americano”.

Pero, ¿qué sucede en el escenario político electoral?  ¿El momento del cambio es inminente?

En Honduras, como en la mayor parte de América Latina, se votó en contra del continuismo y del hartazgo popular, pero también en rechazo a los que en el pasado se han beneficiado de la corrupción en ese país.

Como es sabido, Honduras dejó atrás el formato de elecciones bipartidistas, y es justo ese el punto de inflexión para que en la escena política se diera paso a actores con una trayectoria cuestionable, como es el caso de Yani Benjamín Rosenthal Hidalgo del Partido Liberal, quien participó en la reciente contienda electoral por la presidencia de Honduras.

No es común encontrar en la escena latinoamericana a un candidato a la presidencia como lo es Yani Rosenthal, acusado de lavar dinero del narcotráfico y, después de declararse culpable, ser encarcelado en Estados Unidos y cumplir una condena mínima. Aunque, a decir verdad, con pocas expectativas de triunfo, por el rechazo social a su candidatura.

Xiomara Castro, candidata del partido Libertad y Refundación, tiene el respaldo de la mayoría de la población, principalmente por sus protestas contra la corrupción que permea en el actual sistema político del país.

La inminente victoria por parte de la izquierda en Honduras, denota un sesgo de esperanza en una nación sumergida en la violencia, corrupción y el pisoteo de la Constitución, en gran medida, propiciado por los anteriores gobiernos y actores que desde hace muchos años vienen incidiendo en la vida pública de este país centroamericano, beneficiándose de un sistema democrático endeble e instituciones frágiles.

El reto es redireccionar a la sociedad hondureña a un ambiente menos hostil, más comprometido con los derechos humanos y con un especial trato digno a la mujer, pero también con la legalidad de un país que requiere certidumbre jurídica y comprometerse con la ley.

Es a partir de este panorama que los ojos de la región y del mundo pondrán mucha atención en cómo se desenvuelva su proyecto de nación y las nuevas alianzas que se harán una vez pasadas las elecciones. En este camino de readecuación será importante monitorear cuáles serán los próximos pasos de estos personajes  que quedaron fuera de la contienda y cómo regresar a la legalidad a un país del que muchos se han beneficiado de la corrupción, permitiendo que, incluso, ex reos, como Yani Benjamín Rosenthal Hidalgo, busquen la presidencia.

En lo sucesivo, será  imperante evitar que Rosenthal se siga valiendo de su posición para beneficiarse con el favor de nuevas alianzas o pactos con otros poderes del Estado, como el judicial, para alcanzar sus oscuros intereses particulares. En detener el avance de una vez por todas de este tipo de beneficiarios de la influencia está el verdadero reto del cambio, lo que incluye meter a revisión a todo el aparato de justicia.

Fuente: Excelsior